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Una voz milenaria

Diamanda Galás nace en San Diego, California. Su madre es espartana y su padre proviene de Micrasia y Egipto. Diamanda tiene familia en Atenas y Manati (cerca de Esparta) – también los tiene en Katarsos, Egipto, Esmirna y Turquía -. Sobre su cultura de origen, la artista comenta su dureza, su fama de ser tierra de “vendettas”, una cultura donde domina el poder masculino, y que es este rasgo, el masculino, el que ella desarrolla en sus actuaciones. Otro rasgo que destaca de su cultura de origen es el materialismo, motivo por el cual su familia no comprende el estilo de vida agitanado que Diamanda adoptaría, siempre de gira, moviéndosede un lado a otro, sin ahorrar para el futuro.

Su padre, profesor de mitología griega, tocaba el bajo y el trombón en una orquesta de jazz, y la iniciaría en la música (especialmente la música tradicional griega y árabe), ya que solía tocar con él. En aquel entonces Diamanda se dedicaba al piano, no a cantar, pues según su padre, “sólo los idiotas y las putas son cantantes.” Por ello no estudiaría ópera hasta mucho más tarde, debido a la absoluta actitud de rechazo que su padre tenía hacia las cantantes de ópera en especial. Sin embargo, a Diamanda no le faltó una extensa formación musical. Dadas sus innatas cualidades musicales, pronto se licencia en la carrera de Música, y a los catorce años se convierte en concertista de la Orquesta Sinfónica de San Diego. Además, estudia las artes escénicas en la Universidad de California. Posteriormente se interesa por el blues y el free jazz. Del piano pasa a los teclados. Sin embargo aún tardaría en descubrir su voz. No fue sino hasta 1974, cuando se dedicaba a cosas que nada tenían que ver con la música, en una época en que Diamanda se cuestionaba todo lo que había hecho anteriormente. Solía cantar mientras trabajaba en la calle, con un grupo de travestis en Oakland, y fue entonces cuando empezó a interesarse por sus facultades vocales. Sus primeros pasos en esta direcciónla llevarían al Gospel, y posteriormente a una exploración más profunda de esta faceta vocal en diversos campos. Galás empezó actuando en hospitales para enfermos mentales y sanatorios en San Diego entre 1975 y 1977, fecha en que lo dejó, ya que no se considera una terapeuta. Sin embargo la experiencia le resultaría interesante. Fue allí donde desarrollaría su técnica vocal, rompiendo con las normas preestablecidas de la música, utilizando la voz como respuesta visceral del cuerpo y expresión anímica por excelencia.

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Activista comprometida

Cuando su hermano Philip Dimitri Galás (1954-1986), ya entonces un famoso libretista y productor teatral, muere de SIDA, Diamanda se siente muy afectada, ya que ambos estaban muy unidos. Un brillante guionista teatral y actor, cuyo trabajo venía financiado a través de Galás Exotic Cards, negocio que emprendiera en San Francisco en 1978, inspiraría a Diamanda en su adolescencia. Fue él quien la llevó a pasar del free jazz a la música de cabaret, a interesarse por las obras de Nietzsche, Antonin Artaud, Gerard Nerval Artaud, Gore Vidal, Baudelaire, y Lautreamont, entre otros, y con quien compartiría su afición a Edgar Allan Poe. Estas lecturas influirían, cómo no, su trabajo.

 

Desde 1983 Diamanda ha emprendido una cruzada
en pro de los enfermos de SIDA,y no necesariamente debido a la enfermedad de su hermano, según ella misma afirma, pues ya dos años antes de que a Philip se le diagnosticara el virus, ella era una ferviente activista en este campo. Su preocupación real por este marginado colectivo viene plasmada en su trilogía The Plague Mass (“Misa de la Plaga”), un polémico oratorio-denuncia. Mucha gente de los círculos artísticos la presionaron en contra de su proyecto. Pese a ello, la artista continuó trabajando en su trilogía en Londres, sin importarle que la consideraran un bicho raro. Diamanda niega que este trabajo refleje un sentimentalismo sensiblero como el que algunos, según ella, “misóginos”, le achacan, trivializando su mensaje. Pese a ser seronegativa, Diamanda se ha involucrado plenamente en la causa de los seropositivos, no de boquilla, sino trabajando realmente codo a codo con ellos. Dedica su tiempo a los pacientes de SIDA abandonados por sus familias. Y se esfuerza sin descanso por conseguir un adecuado desarrollo de la investigación en la enfermedad y las mejoras legislativas para proteger a este colectivo. Aun así, en ocasiones se ha visto rechazada por algunos enfermos, tal vez por el tono agresivo que adopta en su actuación, a veces interpretado como provocación más que como una denuncia. No es de extrañar que haya chocado incluso a algunos de los afectados por el virus. No obstante, Diamanda señala que su intención no es terapéutica sino artística. Pese a su interés en el tema, no hay que confundir los términos. Ello no obsta para que su preocupación por los enfermos de SIDA sea real y auténtica.

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